viernes, 17 de enero de 2025

Un pienso externado

De pronto uno se queda sin poesía.

Las musas-simulacro van endosando a su nombre los versos que uno lee o escupe, y se vuelven con el tiempo palabras sin sentido, llenas de pasado y nada más. 

Uno pierde la fe, y ya no sabe si seguir despilfarrando letras aquí y allá. 

¿Cómo es que el reloj no desdeña ni añora sus granos de arena caídos?

¿Es que uno nunca ha amado? ¿Cuándo empieza a hacer lo de veras? ¿Cuándo deja esto de ser un juego de niños? ¿Cuándo se vierte uno hacia afuera por completo, y queda al fin vacío? ¿En qué momento se detiene ese "administrar el corazón"? ¿Será que debe uno acostumbrarse a barrer el miedo cada nueva vez, como las hojas secas de la calle cada martes, o el polvo y las pisadas por la mañana? ¿Cuántas veces más habrá que perderse para encontrar? ¿Cuántas más hay que caer para confiar totalmente?

Quizás olvido que la mirada se renueva. Ahora que lo recuerdo, que me la instalo de una vez,  ¡qué hermosa te encuentro!

En esta reinauguración de mano, de labio, de lengua, de voz, de letra, de tinta, de soledad atiborrada de pensarte, de silencio disuelto entre música y versos, de nada tan llena de todo, me siento incipiente, renacido, asesinado y revivido. ¿Será que regreso, o que parto otra vez?

23/06/2012

A la noche

¿Que de dónde brota tu luz, hermosa y absoluta noche?

Dime ¿qué sería de las estrellas sin ti?

Solamente en ti, noche abismal, se aprecia de verdad la luz; en el día, a toda luz, se maquilla el universo, y uno no ve más allá de las nubes; en cambio la noche es una fiel imagen del vacío, huésped de luz, galería de luz infinitamente fragmentada, que se brinda a sí misma tantas veces cuántas galaxias y soles se ostentan.

Huitzilin

No sé que ocurre, ¡y ocurre tanto! Sólo ocurre.

Ese carácter atemporal es delicioso. Elimina de mi estancia contigo toda caducidad, y eres tan infinita como lo es cada segundo; justo como cabe el mundo entero y todos los aconteceres en un ínfimo instante. 

Ahora mismo, por ejemplo, tú aconteces infinitamente lejos, en un mundo que supongo, en el que bailas y te realimentas de ti, en el que nadas en un mar de aire.

Y yo acá, infinitamente cerca de mí, escucho tantas cosas que pasan, que me es complicado pensar que este es un mundo y no un millón:

El paso que pasa, el teléfono que aúlla, la vieja que platica y la vieja que calla y escucha y tose y mece los pies como una niña, el novio que besa y la novia que suspira, la pluma que acaricia, corre y juega, rasga, dibuja y testifica el mundo mismo fomo puede, haciéndolo un hecho material, limitándolo a palabra como la música limita a sonidos y la pintura a colores hechos fluido o tizas y pasteles.

Sin embargo, (¿será por la ley de la atracción en la que no creo?) mi deseo de verte venir sonriente, cansada y descansada, con la luz de esa mirada de redondas lunas gigantes y negras, te hace tan probable, tan inminente, que apacigua un poco mi esperanza que finge ser desesperanza, aguardándote con dulces, letras, noticias y pormenores, preguntas, respuestas, quejas y asombros, abrazos y besos infantiles, adolescentes, maduros y seniles, y todas estas cosas que no dejan de pasar y estos carros y lechuzas y minutos y gente que no dejan nunca de pasar. No me importa que a tu llegada me quede sin letras, cierre mi libreta, guarde mi pluma, si su razón fundamental de ser está presente.

24/09/2012

Sin nombre #1

Nos quedamos en el alma.

Habitamos el aire escurridizo.

Somos el todo y nada después de un "¿Qué?" inocente en el amor.

Me voy, me vengo, en ninguna parte mejor que en tu cuerpo.

Lloro, río y me haces un desafío.

Te pienso, me pienso y todo pienso, y me hago bolas y desespero. 

Luego viene la claridad y los nudos se van.

Me duermo, te duermo y que lindo es verte durmiendo.

Tan vivos, tan libres, tan tú, tan yo, tan juntos, tan lejanos, tan amados, y sí... ¡Cuánto te amo!

Del alma a tu meñique gracioso, tus líos y claridades, valiente en las tempestades, risueño eterno, observante imparable. Infinito.

Colibrí, 27/01/2013

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Van a volver


¡Van a volver, van a volver!
¡Las balas que disparaste van a volver!”

Se me hinchan las venas,
se me tensa el cuerpo
al momento en que el grito
sale de mi garganta.

Me emociona proclamar la venganza
hacia aquellas personas que,
según mi juicio,
la merecen.

Pero también hay miedo;
y me pregunto:
¿Encontrarían mis dedos la fuerza
si tuviera que jalar de un gatillo?
¿Qué pasaría por mi mente al ver que,
en una mirada,
la vida desaparece poco a poco?
Pero, ¿qué no la vida desaparece
todo el tiempo?
¿Qué no se la llevan a su paso
las máquinas en su fragor civilizatorio?
¿Qué no la arrebata el policía
de un disparo cobarde
en nombre de la ley?

¡La sangre que derramaste la pagarás!”

Una mezcla de anhelo, furia y temor
pareciera pedirle a las balas
que se disparen solas,
y a los fuegos que,
por sí mismos,
consuman hasta el último escombro
de esta ciudad de mierda.

¿Qué detiene mi mano?
La represión tuvo su efecto
al hacerme dócil.
A cincuenta años
lo que no se olvida
es la lección aprendida
de que la violencia sólo es legítima
cuando viene de un zombi uniformado.

El verdadero terror lo siente aquel
que tiene mucho que perder,
porque sabe bien
que el día que venza el miedo,
toda la vida que despojó
le será arrancada de golpe
y yacerá su cuerpo como punto final
de su propia esquela de muerte.

jueves, 19 de julio de 2018

Exceso de presente

He escuchado quien dice que la ansiedad es un exceso de futuro,
o la depresión un exceso de pasado.
Yo creo, en cambio, que muchas veces, en cualquiera de estas dos condiciones,
el peso lo tiene el presente.

Es justo el momento que pasa, lo que es insoportable, lo que carece de sentido,
lo que aturde. A veces quisiera tener un control remoto para saltarme esos días,
o para pausar un momento el mundo, ponerle "mute" a su bullicio.

Me consta que es el presente lo que se vuelve una carga gigante,
porque pude haber estado bien por meses, y podrían haber días felices por venir,
pero ese preciso momento es capaz de cambiarlo todo, ser determinante.

Consciente de que probablemente sea algo pasajero,  trato de tranquilizarme
y pensar que quizás mañana todo esté bien.
Es una sensación extraña, como si algo en el cerebro se hubiera desajustado
y estuviese fuera de servicio por mantenimiento.
Me siento cansado sin haber hecho esfuerzo físico.
Tengo sueño a pesar de que dormí por muchas horas.
Quisiera hacer algo para distraerme, pero no me apetece hacer nada.

Algo dentro quiere expresarse, pero no soporto hablar y escuchar mi propia voz.
Siento que al hacerlo tengo que fingir, pretender que no pasa nada.
Es notorio que no me encuentro bien y entonces viene la pregunta que no tengo ganas de responder: "¿Estás bien?"

Hoy no estoy para nadie.
Quiero dormir y despertar hasta que pase.

Por lo menos escribir ayuda.
¿Podrías sentarte a mi lado en silencio?
¿Me podrías avisar cuando todo termine?

domingo, 8 de octubre de 2017

No vaya a ser

Alguna vez leí que,
el día que nadie, absolutamente nadie se acuerde de ti,
nadie evoque tu rostro,
nadie rememore tu risa,
nadie piense tu nombre en algún sitio remoto,
ese día morirás;
dejarás de existir.

No dijo si cuando, por fin te recuerden, revives.
Yo espero que sí.

Por si acaso,
hoy te recordé todo el día.
Uno no sabe qué tantas cosas
tengas que hacer y pensar hoy,
qué tanto tengas por sentir y disfrutar,
por lo que resultaría bastante inconveniente
desaparecer así no más.

(Por cierto, ve terminando tus pendientes,
que ya casi me voy a dormir
y no sé si soñarte cuenta)