viernes, 17 de enero de 2025

Un pienso externado

De pronto uno se queda sin poesía.

Las musas-simulacro van endosando a su nombre los versos que uno lee o escupe, y se vuelven con el tiempo palabras sin sentido, llenas de pasado y nada más. 

Uno pierde la fe, y ya no sabe si seguir despilfarrando letras aquí y allá. 

¿Cómo es que el reloj no desdeña ni añora sus granos de arena caídos?

¿Es que uno nunca ha amado? ¿Cuándo empieza a hacer lo de veras? ¿Cuándo deja esto de ser un juego de niños? ¿Cuándo se vierte uno hacia afuera por completo, y queda al fin vacío? ¿En qué momento se detiene ese "administrar el corazón"? ¿Será que debe uno acostumbrarse a barrer el miedo cada nueva vez, como las hojas secas de la calle cada martes, o el polvo y las pisadas por la mañana? ¿Cuántas veces más habrá que perderse para encontrar? ¿Cuántas más hay que caer para confiar totalmente?

23/06/2012

A la noche

¿Que de dónde brota tu luz, hermosa y absoluta noche?

Dime ¿qué sería de las estrellas sin ti?

Solamente en ti, noche abismal, se aprecia de verdad la luz; en el día, a toda luz, se maquilla el universo, y uno no ve más allá de las nubes; en cambio la noche es una fiel imagen del vacío, huésped de luz, galería de luz infinitamente fragmentada, que se brinda a sí misma tantas veces cuántas galaxias y soles se ostentan.

domingo, 8 de octubre de 2017

No vaya a ser

Alguna vez leí que,
el día que nadie, absolutamente nadie se acuerde de ti,
nadie evoque tu rostro,
nadie rememore tu risa,
nadie piense tu nombre en algún sitio remoto,
ese día morirás;
dejarás de existir.

No dijo si cuando, por fin te recuerden, revives.
Yo espero que sí.

Por si acaso,
hoy te recordé todo el día.
Uno no sabe qué tantas cosas
tengas que hacer y pensar hoy,
qué tanto tengas por sentir y disfrutar,
por lo que resultaría bastante inconveniente
desaparecer así no más.

(Por cierto, ve terminando tus pendientes,
que ya casi me voy a dormir
y no sé si soñarte cuenta)

sábado, 2 de septiembre de 2017

Poner el cuerpo

Es bastante común que si juntas a varios hombres a hablar sobre cierto tema, todos y cada uno sienta la necesidad de dar su opinión. Entre más académico sea el encuentro, más se vuelve una superposición de saberes, un entramado de citas de autores, principalmente, y una que otra autora.

Fue por eso que me sorprendió lo poco que usé la voz en el taller sobre masculinidades no hegemónicas, o como para mí se llamó: PONER EL CUERPO.

Considerando el cuidado de otras personas y el de uno mismo como la antítesis de la violencia, en lugar de hacer un tratado sobre esta, mejor podemos aprender a cuidarnos. Pero... ¿cómo hacerlo si ni siquiera sabemos acercarnos, mirarnos entre hombres? Una respuesta puede ser a través del juego. Pero nada de juegos de competencia, sino juegos divertidos en donde la otra persona está en tus manos; "pero estás en mis manos y me tienes", dice Jaime Sabines.

El silencio estaba presente con su pesada solemnidad que hace del juego un ritual: mi mano guiaba su cuerpo sin tocarlo; su rostro tenía que seguir a donde quiera que la moviera: arriba, abajo, dando vueltas, lejos y cerca, entendiendo las limitaciones de nuestros cuerpos que danzaban una canción silente, procurando no chocar con otras parejas, o con las paredes. Después él me guiaba, y había erotismo en ello: el juego de respetarse, medir las fronteras, qué sí y qué no, la belleza de callar, poesía sin palabras. ¿Cómo no me iba a acordar de ti?

Nuestros cuerpos son verdaderamente hermosos cuando miramos con detenimiento: la combinación de pliegues y formas; las distintas proporciones; valles, montañas, bosques, dunas y llanuras nos conforman. Nuestra vegetación se mece con un soplo del viento, con una caricia, con el roce de los labios; y está tan llena de vida; se eriza y se encrespa, se humedece y se excita. El cuerpo danza y canta; a veces grita y otras calla.

Era tiempo de admirarlo, de reconocernos, aprendernos como te aprendí y me aprendiste en cada una de aquellas noches, pero sin tocarnos. La otra persona, parada e inmóvil, se limitaba a sentir la mirada de escrutinio, la respiración del otro, y sentir a su vez las manos que, a un palmo, separadas de la piel por centímetros, tenían que recorrer cada parte de su cuerpo. El ritual sustituye al juego, nuevamente inmerso en el silencio. Observar y ser observado, con ojos que nada buscan, como si acabaran de nacer.

Dentro de esa atmósfera ceremonial, pasamos a un cuarto con poca luz. Sobre el piso se encontraban tendidas dos cobijas, y sobre cada una se recostó uno de nosotros. El resto tenía por instrucción llevar a cabo el último ritual: divididos en dos grupos, cada uno se acercaría a uno de los que estaban sobre el suelo, y haría ruidos con su cuerpo, con su boca y su voz; todo tipo de ruidos: imitaciones de animales, hojas que cantan al viento, el río que corre, un búho, un ticús, el ronroneo de un gato, insectos, bichos, la lluvia: un concierto del mundo, de la vida que ocurre entre los bosques y selvas, a su propio ritmo y armonía, recordando al mismo tiempo al arrullo de una madre o un padre que entre sus brazos nos duerme. Ahí estaba cada uno en su momento, expuesto y, al mismo tiempo, cuidado por los otros, como un masaje sonoro que cura las heridas del alma; como un cariño que se expresa fuera de los conceptos permitidos de amor y afecto, que trasciende el cuerpo y lo sexual, y acerca a las personas más allá de las palabras.

Hay cosas que significan tanto, que dejan una huella indeleble, como un tatuaje que no duele. Cosas que se quedan grabadas como una sonrisa pintada de azul que dobla la esquina; como una danza entre gente desconocida y un ligero nerviosismo, que culmina con un beso que sólo significa un nuevo comienzo; como el abrazo entre dos cuerpos que se conocen y se respetan; como un bálsamo que se unta en la espalda acompañado de un beso que no puede faltar; como el té que se prepara en la madrugada para la tos que no deja dormir; como el abrigo y el abrazo cálido tras llegar de noche de una ciudad lluviosa; como una compañía que disfrutas tanto. Cuidarse mutuamente.

¿Cómo llegar a quienes hay que llegar? ¿A los que sí golpean, a los que sí matan? ¿Cómo llegar a la periferia, a las cárceles, a los barrios donde no me siento seguro de siquiera entrar? Poniendo el cuerpo. Escuchando. Aprendiendo a callar. Un like no basta. Un artículo compartido, un meme, una publicación, no son suficientes.

Es el mismo cuerpo que usamos para amar y encontrar el placer, el que usamos para lastimar y herir. Estas manos que pueden empuñar un arma, ahora empuñan una pluma, y son las mismas que usaba para acariciar tu espalda.

Hay que cantar juntos en lugar de insultarnos; hay que sustituir el apretón de manos que tritura mis huesos con ínfulas de poder, por un beso barba con barba, mejilla con mejilla, boca con boca; hay que abrazarnos, sentirnos, conocernos y reconocernos; hay que cuidarnos.

Es momento de buscar otras formas de vivir y disfrutar. Es hora de las fiestas sin alcohol, de los juegos donde nadie pierde y todas y todos ganan, de bailar por bailar. Enterremos las intenciones bajo una piedra pesada, renunciemos a la cacería de presas sexuales. Podemos crear nuevos ritos, poner la vida en el centro. ¡Ahora, más que nunca, es tan necesario!

2 de septiembre del 2017

jueves, 10 de agosto de 2017

Naufragio

¿A quién vamos a culpar ahora?
¿Quién es responsable de la terrible enfermedad que azota a este pueblo?
Cada vez me es más difícil ignorar los síntomas cuando los veo en el espejo,
en el rostro de la gente o, peor aún,
de mis amigas y amigos cuando les miro a los ojos
y veo esa desesperación,
las ganas de gritar,
de hacer algo: lo que sea,
de sentir;
esa urgencia de saberse con vida,
accediendo a placeres nimios,
cazando cualquier estímulo.

Estamos en una doliente paradoja: un exceso de carencia,
la ausencia de sentido,
un vacío que buscamos llenar a toda costa con un dios
con reconocimiento,
con violencia cruda en dosis diarias a través de una pantalla,
poseer algo,
¡poseer todo!,
y poseer la verdad, sobre todo.

¿Quién le da vueltas a este carrusel, que no me deja bajarme?
¿Quién lleva la dirección de este inmenso teatro de apariencias?
¿Quién escribió el guión de esta sátira?
Yo no elegí mi papel.
Ni siquiera sé cuál es.

Estamos muertos,
pero no tenemos descanso.
Creamos con estas manos,
con nuestro diario andar
y nuestro diario hacer,
el mundo que nos envuelve,
pero se nos está prohibido disfrutarlo.
¿Para quién es, entonces?
¿A quién servimos?

Desconozco a qué manos llegará esta carta de naufragio,
en qué playa encallará nuestra vida al garete,
cuánto tiempo más se prolongará nuestra deriva
en el mar del consumismo;
pero sé que es preciso volver
a aquellas tierras vírgenes y abundantes de la infancia,
al primer descubrimiento de los sentidos,
a levantar la vista y encontrar el asombro todos los días,
a trepar árboles,
andar veredas,
nadar en los ríos,
mirar las estrellas,
y principalmente poder detenernos
para apreciar esta gran obra de barro, de tiempo y de agua
que entre millones de manos seguimos creando;
detenernos para servirnos un plato de sopa caliente
que entre todas y todos cocinamos,
para curar nuestras heridas,
para sanar nuestros corazones,
para llenar este vacío,
para vivir en paz.


10/06/2017

martes, 16 de agosto de 2016

Inexorable

Las lágrimas van al cielo y vuelven a tus ojos desde el mar.
[...]
Volverás a esperanzarte, y luego a desesperar.
Y cuando menos lo esperes, tu corazón va a sanar.
Jorge Drexler

Hace tiempo visité la gran cascada de El Salto en Minatitlán, Colima. Estando frente a ella, podía sentir su fuerza inmensa, escuchar su estruendo, y ante tal espectáculo, no había palabras que valieran la pena pronunciar. De pronto me di cuenta de que, así como el agua corría en raudales durante ese preciso momento, el tiempo pasaba también: estampidas de sucesos, cambios, voces y rostros, emociones, palabras, decisiones, actos, pasaban de un segundo a otro a ser recuerdos.

El tiempo es implacable. Un verdadero maestro de la transformación. A veces actúa tan lentamente que es difícil percibir su paso; otras ocasiones nos embiste de manera repentina e inesperada, y antes de que podamos reaccionar, ya nos ha cambiado. Es precisamente el cambio la principal herramienta que tenemos para crecer. Por desgracia, crecer muchas veces duele. Implica desprendernos de aquello que éramos, cosas que teníamos, personas que estaban a nuestro lado, y enfrentarnos a una forma nueva de ser y de vivir. Es, sin embargo, tan necesario como soltar el aire, para poder respirar de nuevo, y negarlo sería igual de absurdo que esperar que la mencionada cascada detuviera su curso, sólo para tratar de aferrarnos al agua que pasa en ese ínfimo instante, y ver cómo se escurre entre nuestros dedos.

La vida, por definición, comprende una serie de cambios, y nada que se pueda llamar "vivo" escapa de ellos. Nosotros en particular, como seres humanos, estamos provistos de la capacidad de ser conscientes, para bien y para mal, de los eslabones que construyen nuestra existencia; y el último ellos en especial, suele generarnos conflicto: la muerte. A pesar de que todos sin excepción la experimentaremos algún día, o quizá precisamente por eso, se nos dificulta aceptarla como parte de nuestra vida. Y cuando es una persona que amamos, la que llega a este punto del camino, nos duele en el alma. 

Todo alrededor evoca el recuerdo, y sentimos como si una parte de nosotros se hubiera desvanecido. Comenzamos a ser conscientes de la ausencia, y un vacío se gesta en nuestro corazón. Pero sólo se trata de una ilusión pasajera. Poco a poco nos daremos cuenta de que la persona amada vive en nosotros, a través de las cosas que de ella aprendimos, las vivencias y emociones que dibujan en nuestro rostro una sonrisa, de manera que nada nos quita; por el contrario, nos enriquece.

Si aceptamos la muerte como parte fundamental e inexorable de la vida, ésta adquiere una condición de efímera y fugaz. Así, con la certeza de que todos, tarde o temprano, llegaremos a dicha etapa, está en cada uno de nosotros decidir de qué manera queremos utilizar el tiempo que tenemos. Si deseamos vivir arrepentidos por lo que alguna vez dijimos o callamos, pensando en lo que hubiera sido, creando un mundo imaginario que nos aísla del verdadero; o atesorar la memoria de aquellas personas que ya no están físicamente con nosotros, agradecer las cosas que nos enseñaron, y abrir nuestro corazón para expresar día a día lo que sentimos hacia las que aún nos acompañan, y no hasta que sea demasiado tarde.

Cuando una mariposa, después de días que parecen siglos, emerge al fin de su capullo, despliega sus alas y vuela en libertad, jamás añora su encierro, pues ahora tiene el cielo entero para navegar. Dejemos que las personas que se han ido, libres ya de las limitaciones del cuerpo, de dolor y sufrimiento, nos abracen tiernamente con su recuerdo. Por ahora viven en nuestro corazón, pero algún día volaremos juntos otra vez.
A Dani Macedo
DEP
16/08/2016 

Carta a la infancia

Quizá de alguna manera tenías noción de que esto sucedería. Siempre deseando saber cómo sería el futuro, cuál sería tu aspecto, qué le depararía a las personas que te rodean. Qué te depararía a ti. Esa duda de si todas las cosas buenas que la gente te dice y promete se harían realidad. Pero realmente, no sé qué decirte, por miedo a decepcionarte o asustarte.

Sé que te preocupa si serás agradable, si te aceptarán por tu físico, si te querrán, si serás deseable por alguien más. Te tengo una buena noticia. Encontrarás la manera de que eso sea lo último que pase por tu cabeza, y podrás ver a las personas con otros ojos. Se siente bien la aprobación ajena, pero se siente muchísimo mejor la empatía, ésa que surge cuando valoras otras cosas, y que depende de aquello a lo que das más importancia.

¿Qué te puedo decir? Las dudas y preguntas siempre estarán ahí, crecerán y madurarán contigo, serán cada vez más complicadas e incisivas, pero son el motor del crecimiento y el cambio. No permitas que te agobien, ni gastes tus energías en querer disiparlas, que siempre han de volver. Entiéndelas, déjate seducir por el misterio, y verás que es más emocionante descubrir que hay tanto que desconocemos.

Es importante que estés cerca de ti. Te escuches, te des la libertad de sentir, gritar, reír, llorar, te consientas, te des prioridad y entiendas que eso no es egoísmo, sino que justo ahí comienza el altruismo. Cultiva tu mente y tu ser, para que de los frutos puedas alimentarte y compartir.

Ningún esfuerzo es vano. Las tantas cosas que te gustaría cambiar del mundo probablemente no vayan a cambiar, pero tu entorno más cercano se llena de esperanza si tu haces algo, por insignificante que parezca.

Hay cosas más importantes que tener a papá y mamá juntos. Ellos son personas también, y tienen derecho a procurar su propio bienestar y felicidad. No significa que estar contigo no los haga felices, pero la distancia les permite que sigan su propia búsqueda, y que aquello que te enseñen y compartan sea selecto, sincero, y venga desde su corazón.

Lo que ves alrededor no necesariamente es lo ideal. Cada cual tiene sus virtudes, sus fantasmas, y su propio deseo de ser, seguir siendo o cambiar de acuerdo a las experiencias vividas y aprendizajes. Eres una persona observadora, y poco a poco aprenderás a comprender en lugar de juzgar, a aceptar en vez de envidiar, y a alegrarte por el éxito y la felicidad de otros, conmoverte por sus lamentos y acompañarlos en sus penas.

Algo fundamental que debes saber es que tienes valor por el simple hecho de estar aquí, por ser y existir, y nada más. No necesitas hacer nada ni pretender ser mejor que nadie. El único reconocimiento que precisas es el propio.Si bien podemos comprender y no juzgar a los demás, podemos también caer en el grave error de ser demasiado autoexigentes. Pero pon atención a esto: tienes derecho a ser, sentir, amar, llorar, estar triste, fracasar, no hacer nada. Todas esas cosas son importantes también. Significan que tienes vida, que sientes.

Es bueno estar en soledad. Es de las formas más trascendentales del autoconocimiento. Pero procura no aislarte. Afuera también hay mucho aprendizaje, cosas y personas maravillosas que puedes disfrutar. El amor de los demás siempre estará ahí, de uno u otro modo, a veces escondido detrás del miedo y la inseguridad. Aprende a valorarlo y, sobre todo a recibirlo. Sin excepción, merecemos respeto, amor y valoración. También tú. No cierres tu corazón. Cada persona es una oportunidad de amar, aprender, recibir. Somos maestres de alguna manera.

Busca tener paz. Todo se resuelve al final, de una u otra forma, contigo, sin ti y a pesar de ti; así que no te desgastes en luchar para transformar. Sé fiel a lo que crees, y a lo que sientes. No tengas miedo de cambiar de opinión. Si actuamos con paz y amor, ya estamos aportando algo.

Me gustaría darte un abrazo, llevarte de la mano o cargarte en mis hombros, pero no es posible. Tienes que caminar por tu cuenta. Sin embargo, te quiero, estoy contigo y puedes acudir a mí siempre que necesites.