No puedo decir que te quiero.
Sería una verdadera tontería, pues
¿qué quiero de ti si no te conozco?
Disculpa esa vulnerabilidad mía a las explicaciones y los conceptos.
No es un afán.
Tampoco me quita el sueño lo incógnito de este sentimiento.
Tan sólo me entretiene el salto mortal que implica definirlo.
¿Te <qué>?
Te <algo>.
Me causas una intriga
que quizá sea más emocionante
que cualquier cosa que pudiera pasar.
Sólo sé que es acumulativo,
y es como un queso añejo o un vino tinto:
cuanto más se baña de tiempo,
más delicioso se torna;
y uno nunca sabe cuándo degustarlo por fin,
o cómo.
¿Acaso engullirlo con ansia?
¿Acaso beberlo de golpe?
Quizá consumirlo de a poco;
comerlo a pedacitos,
sorbo tras sorbo embriagarme de él.
O que se siga añejando...
mas la vida es hoy.
A A.
7 de marzo 2013
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