martes, 25 de junio de 2013

Deshoras

Los horarios del mundo tienen que estar mal estructurados.

¿Cómo es posible que en este momento, cumbre de la media noche, cualquier ruido: el rumor de los trailers, los incansables perros, la música de Milton, ahuyente el sueño mío como el mínimo disturbio ahuyenta los pájaros de los mezquites?

¿Cómo puede ser que, justo cuando mi día supone empezar, mi sueño está en el clímax y la cama es tan acogedora como tu abrazo?

¿Cómo puedo concebir entonce que, a las tres de la tarde, cuando (de copiloto) regreso de haber trabajado y teniendo tremenda hambre, ni ésta ni el ruido de la música más estridente ni los brincos y movimientos del vehículo ni la incomodísima posición ni mi cuello de badajo ni nada en este mundo es capaz de frustrar mi sueño?

Además, debiera considerarse el tiempo de madrugada (o a cualquier hora) que uno le dedica al amor. No toda la noche es para dormir: también están las pláticas nocturnas en jardines con parotas, y la salsa y el rock.

Las horas de sueño deben ser redefinidas ¡urgentemente!:

Una nueva Ley General del Trabajo, donde se establezca que los horarios laborales deben adaptarse  al sueño de los trabajadores. Si se tiene sueño, ¡que se duerma! Así de sencillo. Así mismo, la obligatoria y unánime prohibición de los despertadores.

Porque un pueblo con suficiente tiempo para dormir y para amar, es un pueblo feliz.

23 de Junio 2013. (Medianoche)

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