domingo, 14 de julio de 2013

Carta a Éricka

A veces me embarga un extraño sentimiento casi infantil, como el de un niño que comienza a jugar con los más grandes, o el adolescente que quiere tomar o el joven que desea charlar con adultos. Unas ganas de que me mires, de que veas que he crecido. La verdad es un sentimiento estúpido y patético, pero me divierte descubrirlo en algún recóndito lugar de mí.

En ocasiones suelo lamentarme, aunque sin mucha seriedad, el haber crecido tarde, ahora, por ejemplo, que Mitch ya no está, o ahora que tú eres toda una mamá. Creo que si, en algún azar paralelo, tú y yo nos hubiéramos conocido a los veinte años de ambos, fuéramos buenos amigos y nos cuestionáramos las tantas cosas que uno se cuestiona a esta edad. Me pregunto en qué momento caíste en peso sobre el mar de lo establecido; en qué momento dejó la libertad de ser tu bandera, o si acaso, debajo de todo ese fardo de adultez, de maternidad, de estabilidad, de matrimonio, hay aún ese espíritu libre. Quizá son inventos míos, y nunca lo fuiste. Quizá tan sólo eras alguien tratando de encontrarse. Quizá ésta de ahora, la de esquemas, valores, deber y moral seas realmente tú.

Disculpa la severidad. No es decepción, sino incertidumbre. Eres un completo misterio para mí. Tu pasado de poesía y arte, de plena libertad, de tantas cosas que ahora, a mi modo y a modo del mundo presente con sus diferencias y similitudes, vivo yo.

Creo que cometemos un error cuando, por ser familia, suponemos conocer a alguien. Conocemos el origen, la historicidad, algunas vivencias, pero el mundo interior de cada ser es algo que sólo podemos vislumbrar si dicho ser así lo desea, y si estamos lo suficientemente libres de prejuicios, complejos y asunciones para abrirnos a él. Yo quiero dejar de verte como mi hermana. Eso es algo inexorable, un hecho consumado. En verdad quiero amarte como persona, con un amor libre de etiquetas, aprovechando la oportuna circunstancia de habernos "conocido" por haber salido del mismo vientre, por haber vivido en la misma casa.

Debo confesar que me abruma el miedo de ver a tantos jóvenes que se hacen adultos y renuncian  a sí mismos; se dejan envolver finalmente, o quizá tienen mucho más miedo que yo. Y es que la libertad está acompañada por la sombra de la soledad, de la inestabilidad, de la duda, de no tener el control, de no saber qué sucederá.

Por lo pronto, yo he elegido esa vida. La de estar de un día para otro en un lugar sin conocidos, la de no tener un quinto ahorrado, ni la urdimbre de un plan de vida; la confianza plena en que todo se dará; la alergia al matrimonio y a los hijos, y el miedo a terminar 'reformado'. La moneda girando en el aire.

"Yo amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón.
  Me gusta verlos pintarse de sol y grana, volar bajo el cielo azul,
  temblar súbitamente y quebrarse". Joan Manuel Serrat


14 de Julio del 2013

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