martes, 16 de agosto de 2016

Carta a la infancia

Quizá de alguna manera tenías noción de que esto sucedería. Siempre deseando saber cómo sería el futuro, cuál sería tu aspecto, qué le depararía a las personas que te rodean. Qué te depararía a ti. Esa duda de si todas las cosas buenas que la gente te dice y promete se harían realidad. Pero realmente, no sé qué decirte, por miedo a decepcionarte o asustarte.

Sé que te preocupa si serás agradable, si te aceptarán por tu físico, si te querrán, si serás deseable por alguien más. Te tengo una buena noticia. Encontrarás la manera de que eso sea lo último que pase por tu cabeza, y podrás ver a las personas con otros ojos. Se siente bien la aprobación ajena, pero se siente muchísimo mejor la empatía, ésa que surge cuando valoras otras cosas, y que depende de aquello a lo que das más importancia.

¿Qué te puedo decir? Las dudas y preguntas siempre estarán ahí, crecerán y madurarán contigo, serán cada vez más complicadas e incisivas, pero son el motor del crecimiento y el cambio. No permitas que te agobien, ni gastes tus energías en querer disiparlas, que siempre han de volver. Entiéndelas, déjate seducir por el misterio, y verás que es más emocionante descubrir que hay tanto que desconocemos.

Es importante que estés cerca de ti. Te escuches, te des la libertad de sentir, gritar, reír, llorar, te consientas, te des prioridad y entiendas que eso no es egoísmo, sino que justo ahí comienza el altruismo. Cultiva tu mente y tu ser, para que de los frutos puedas alimentarte y compartir.

Ningún esfuerzo es vano. Las tantas cosas que te gustaría cambiar del mundo probablemente no vayan a cambiar, pero tu entorno más cercano se llena de esperanza si tu haces algo, por insignificante que parezca.

Hay cosas más importantes que tener a papá y mamá juntos. Ellos son personas también, y tienen derecho a procurar su propio bienestar y felicidad. No significa que estar contigo no los haga felices, pero la distancia les permite que sigan su propia búsqueda, y que aquello que te enseñen y compartan sea selecto, sincero, y venga desde su corazón.

Lo que ves alrededor no necesariamente es lo ideal. Cada cual tiene sus virtudes, sus fantasmas, y su propio deseo de ser, seguir siendo o cambiar de acuerdo a las experiencias vividas y aprendizajes. Eres una persona observadora, y poco a poco aprenderás a comprender en lugar de juzgar, a aceptar en vez de envidiar, y a alegrarte por el éxito y la felicidad de otros, conmoverte por sus lamentos y acompañarlos en sus penas.

Algo fundamental que debes saber es que tienes valor por el simple hecho de estar aquí, por ser y existir, y nada más. No necesitas hacer nada ni pretender ser mejor que nadie. El único reconocimiento que precisas es el propio.Si bien podemos comprender y no juzgar a los demás, podemos también caer en el grave error de ser demasiado autoexigentes. Pero pon atención a esto: tienes derecho a ser, sentir, amar, llorar, estar triste, fracasar, no hacer nada. Todas esas cosas son importantes también. Significan que tienes vida, que sientes.

Es bueno estar en soledad. Es de las formas más trascendentales del autoconocimiento. Pero procura no aislarte. Afuera también hay mucho aprendizaje, cosas y personas maravillosas que puedes disfrutar. El amor de los demás siempre estará ahí, de uno u otro modo, a veces escondido detrás del miedo y la inseguridad. Aprende a valorarlo y, sobre todo a recibirlo. Sin excepción, merecemos respeto, amor y valoración. También tú. No cierres tu corazón. Cada persona es una oportunidad de amar, aprender, recibir. Somos maestres de alguna manera.

Busca tener paz. Todo se resuelve al final, de una u otra forma, contigo, sin ti y a pesar de ti; así que no te desgastes en luchar para transformar. Sé fiel a lo que crees, y a lo que sientes. No tengas miedo de cambiar de opinión. Si actuamos con paz y amor, ya estamos aportando algo.

Me gustaría darte un abrazo, llevarte de la mano o cargarte en mis hombros, pero no es posible. Tienes que caminar por tu cuenta. Sin embargo, te quiero, estoy contigo y puedes acudir a mí siempre que necesites.

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